Cristina Iglesias Fernández Berrido (San Sebastián, 1956) se crió en una familia de intelectuales muy involucrada en la cultura, ya que sus cuatro hermanos también acabarían por dedicarse a distintos ámbitos creativos como la escritura, el cine o la música. Este ambiente fue determinante, así como su afición por la literatura y el cine, para que tomase la decisión de abandonar la licenciatura de Química que había comenzado a cursar y trasladarse a Barcelona donde entre 1977 y 1979 se dedicó a estudiar dibujo y cerámica. Sus inicios están relacionados con el trabajo en barro, sin embargo sus ansias por estudiar nuevos lenguajes plásticos la llevó a acudir a la Chelsea School of Art de Londres. En Reino Unido tiene la oportunidad de conocer conceptos artísticos nuevos y a relacionarse con artistas emergentes como Tony Cragg, Anish Kapoor o Rinhardt Mucha. En la capital británica también conocería al que posteriormente se convertiría en su marido, el también escultor español Juan Muñoz. Iglesias y Muñoz formarían además, una pareja creativa muy sólida que se rompería bruscamente con la repentina muerte de él en 2001. Cristina Iglesias se encuadra dentro de una generación de artistas que en el arranque de la década de los 80 propone una nueva lectura de las posibilidades de la representación transformado el concepto de escultura en el ámbito de las instalaciones. Uno de los elementos primordiales de sus obras es la relación de la escultura con el espacio donde se desarrolla, esto unido a la importancia que concede a los materiales y sus posibilidades simbólicas (hierro, zinc, cemento pintado, cristal, fotografía, imágenes serigrafiadas) le llevan a crear una obra donde se potencia el valor arquitectónico, pictórico y escenográfico. A partir de los años 80 su trabajo comienza a ser seleccionado para participar en diferentes exposiciones colectivas, aunque inicia su trayectoria individual en 1985, con una muestra en la galería Juana de Aizpuru. Sus prestigiosas creaciones la llevaron a representar a España en la Bienal de Venecia y a abrirse al ámbito internacional, mostrando su obra en diferentes ciudades. La década siguiente, la de los años 90, es la de su consagración. En esta época su actividad expositiva es incesante y comienza a exhibir su trabajo en los espacios más representativos de importantes ciudades europeas y americanas. Iglesias compaginó esta frenética actividad con la cátedra de escultura de la Akademie der Bildenden Künste de Munich hasta 2000. La artista realizó en 2007 una de sus obras más representativas al responder al encargo del arquitecto Rafael Moneo para elaborar las puertas que cierran la ampliación de Museo del Prado. La labor creativa de esta escultora se ha visto recompensada con importantes galardones como el Premio Nacional de Artes Plásticas, al tiempo que su obra se puede contemplar en importantes espacios internacionales como el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou (París); el Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York); el Museo de Arte Contemporáneo (Barcelona); el Museo de Arte Moderno (Nueva York); el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) o la Tate Gallery (Londres).
titulo // Habitación Vegetal V
fecha_creacion // 1999
tecnica // Resina y polvo de bronce
dimensiones // 250x185x220
Cristina Iglesias es una de las artistas plásticas más relevantes en el panorama nacional e internacional. En su trabajo, la autora muestra un gran interés por contrastar diferentes texturas y materiales en piezas que se relacionan de un modo muy especial con el espacio que las envuelve. De sus creaciones se podría decir que tienen voluntad arquitectónica, al tiempo que combinan en su estilo la tradición española, la vanguardia histórica y la corrientes conceptuales que se desarrollaron en los años 70. Los escultores minimalistas de esta época trabajaron sobre lo que se denominó campo extendido, en el que la esculturas fueron colonizando el espacio que las rodeaba, dialogando con el espectador, obligándolo a mantener una relación física con las obras. A finales de la década de los 90, y coincidiendo con la consecución del Premio Nacional de Artes Plásticas, Iglesias comienza a idear estancias laberínticas que invitan a quien observa a adentrase en ellas. En este contexto surge la obra Habitación vegetal IV (resina pintada, 250x185x220 cm., 1999) en la que Cristina Iglesias recrea un pasadizo orgánico, con las paredes convertidas en muros vegetales a partir de un dinámico desarrollo que invita a su recorrido. La escultura interacciona con el espectador ya que para observarla en su totalidad hay que adentrarse en ella. Así, se genera una especie de escenografía que hacen que el espectador observe una puesta en escena y lo transporte a un mundo imaginario que parte de lo tangible. Las estructuras verticales están plagadas de formas vegetales, de ramas que se entrelazan entre sí hasta ocupar toda la superficie causando una sensación de horror vacui. La incidencia de la luz crea sensaciones que nos hacen sentir en un entorno vegetal. Los motivos vegetales son constantes a lo largo de la trayectoria de la escultora, la mayoría de las veces conformando una maraña que se extiende por toda la superficie. Sin embargo, estas vegetaciones no son reales, sino evocaciones que recrea la autora inspirándose en la naturaleza. De esta forma logra un ilusionismo que embauca al espectador, proponiéndole de nuevo una interacción con la obra para que desentrañe esta mentira. Para completar el juego óptico, la autora reproduce a través del uso de diferentes materiales la textura y aspecto de materiales nobles como el bronce al trabajar con resinas o maderas que recubre con polvo de bronce, hierro o cobre, que posteriormente serán patinadas para lograr esos efectos. De esta forma, los materiales más contemporáneos sustituyen a los clásicos, pero sin dejar de imitarlos. Cuando se afirma que las esculturas de Cristina Iglesias dialogan con la arquitectura, hay que remontarse a las edificaciones de época barroca, diseñada para impactar, para potenciar los efectos escenográficos, para crear ilusiones que fascinaran a los viandantes con juegos de luces y sombras, de texturas y de recorridos dirigidos como las grandes plazas a las que se desembocaba desde calles angostas. Así, las obras de esta escultora dialogan desde esta relación con el espacio y el modo como ésta es captada por el espectador.
EXPOSICIONES:
LITERATURA: